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Las chicas radiactivas

  • Writer: CienciasULaboral
    CienciasULaboral
  • Mar 12, 2019
  • 2 min read

Durante la Primera Guerra Mundial, unas 4.000 mujeres fueron empleadas para pintar los relojes de los soldados con radio, el elemento luminiscente recién descubierto. Las obreras trabajaban sin protección en medio del polvo brillante. Su lucha, que cambió las leyes laborales en todo el planeta, les costó la vida. Catherine Wolfe Donohue llegó al almacén de la Radium Dial Company, en Illinois (Estados Unidos), con apenas 18 años. Estaba a punto de comenzar uno de los trabajos más anhelados por ese entonces: pintar las esferas de los relojes de pulsera para las tropas norteamericanas que luchaban en la Primera Guerra Mundial.

El ingreso de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial generó una extraordinaria demanda de relojes de pulsera para los soldados. El abaratamiento de los cronómetros y la necesidad de que cada soldado se mantuviera sincronizado con las órdenes del alto mando impulsaron una democratización de la medición y el control del tiempo, hasta entonces privilegio de unos pocos.

Pero la guerra presentó un reto adicional: que los militares pudieran leer la hora en la oscuridad. La solución llegó cuando Marie Curie y su esposo Pierre Curie descubrieron el elemento radioactivo que brilla en la oscuridad: el radio. Los manufactureros de relojes empezaron a incluir el elemento en las manecillas que mujeres como Catherine Wolfe Donohue debían pintar a pulso. Solo había que impregnar el pincel en la pintura, mojarse los labios en él y ponerse a trabajar.

Para ese entonces, comienzos de la década de 1920, una desbordante euforia radioactiva se apoderó de los países desarrollados. La sustancia descubierta por los Curie era saludada como fuente de vida y de energía. A rebufo de su fama milagrosa se promocionaron dentífricos, leches, maquillajes, suspensorios y mantequillas “radiactivas”.

El radio era sinónimo de estatus social. Por eso, las mujeres que como Catherine Wolfe trabajaban con el recién descubierto elemento de inmediato ganaban estatus y valor social. Eran sofisticadas: sus ropas, su piel, su pelo, todo brillaba. Durante años, fueron conocidas como “las chicas luminosas”.

Hasta que empezaron a enfermar. Tan solo veinte años más tarde, de aquellas chicas luminosas solo quedaba un ejército de muchachas muertas en vida. De acuerdo el libro Las chicas del radio, recién publicado por la periodista Kate Moore, a las chicas empezaron a llamarlas el “Escuadrón de las muertas vivientes”.

Marina Quindimil García 2ºC



Noticia extraída de la revista "El espectador".

 
 
 

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